17 mayo 2012

sin miedo a la tormenta

Aquel barco volvía de surcar los fríos mares del sur. Conquistó sitios nunca antes conocidos y había conseguido un gran botín. Toneladas de oro que de tanto peso, hacían que a duras penas el barco pudiera avanzar hacia el norte, por las bravas aguas del Atlántico.

En medio de la oscura noche del océano y ante una feroz tormenta, toda la tripulación pudo escuchar como parte de la proa se resquebrajaba. Sintieron partirse las maderas del barco y como éste empezó a balancearse de un lado a otro con violencia. El agua empezaba a verse por la cubierta. El mástil principal se retorcía ante la tempestad.

Los capitanes del barco desde lo mas alto de la popa, no cesaban de gritar “Remad! Remad! Mas fuerte! Remad mas fuerte marineros! Seguid remando y llegaremos a puerto! Remaaad!!”

El barco avanzaba despacio, cargado con todo ese oro y con aquel agujero en su estructura, se hacia difícil pensar que pudiera llegar a puerto. Pero los capitanes del barco seguían con sus gritos, en su afán por avanzar el mayor numero de millas. En el barco todo el mundo sabia que no había botes salvavidas para todos. Solo los altos mandos podrían escapar si el barco se hundía. Aun así, los marineros remaban con fuerza, sin apenas levantar la vista de sus manos.

Exhaustos, un grupo de marineros decidió soltar los remos, levantar sus ojos, mirar aquella proa rota y mirar a aquellos capitanes gritando “remad!” desde lo alto del otro lado del barco.

Estos marineros empezaron a pensar, a hablarse unos a otros. Los capitanes estaban al otro lado de la parte rota del barco, estaban lejos del agua...cerca de los botes salvavidas y del oro.

Los capitanes tenían algunos marineros con látigos para ajusticiar a aquellos que no quisieran remar. Aun así, estos pocos marineros que soltaron sus remos, aguantaban aquellos azotes y se negaban a remar. Se protegían unos a otros como podían

Ayudaban a los pobres remeros que agotados, caían desvanecidos sobre los remos. Trataron de achicar el agua que inundaba la cubierta.

Juntos intentaron hacer ver al resto de marineros que el barco se hundiría si no tiraban todas las reservas de oro que había en los compartimentos del barco. Que todo ese peso les mandaría al fondo del océano Pero los marineros seguían remando y remando sin querer ver mas allá de los gritos de sus capitanes.

SI el barco se hundía, los capitanes cogerían su oro, montarían en sus botes y se pondrían a salvo. Si el barco se hundía, los marineros se ahogarían.

Y pasaron las noches, vinieron mas tormentas y el barco sigue perdido en medio de las bravas aguas del sur. 

La gente sigue aferrada a sus remos, siguiendo las ordenes de sus capitanes. Con miedo al látigo y diciéndose unos a otros que su única solución es remar. 

Nadie escuchaba a los marineros que soltaron sus remos y aguantaron los látigos de sus superiores y trataron de arreglar el barco tirando al mar todo ese oro...y algún que otro capitán. pero esos marineros no cesaban en su lucha, no contra el mar, no contra la tormenta, sino contra el capitán.

Y aquel barco, este barco, con su oro en euros, sus políticos con sus mentiras y sus policias con látigos, sus obreros adormecidos y sus revolucionarios olvidados, se hundirá...



....y habrá que nadar.



1 comentarios:

Anónimo dijo...

Ha sio como leer un cuento. Molaría que se lo contaras a tus sobris a ver como reaccionan. Muy chulo.